
Y en un lado, a esa hora no muy concurrido aun porque falta un rato para que le de el sol, está el Ocaña, todo muy desenfadado pero muy estudiado, para tomar desde un café a un plato de judías y huevos revueltos. Un brunch en toda regla, vamos pero cómodo y estiloso como ninguno. A medida que avanza la mañana, se va llenando de todo tipo de gente, y como el sitio se deja, es agradable perder el tiempo y ver entrar, salir y pasar a todos con sus cosas.
Y si no lo creen, pasen y vean....
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